Translocaciones y su amplia problemática

Por Raúl León Vigara

Translocar un animal es moverlo del lugar donde naturalmente se encontraba a otro, es decir, capturarlo, llevarlo a otro lugar y dejarlo allí. Esta acción que podría parecer irrelevante, tiene sin embargo unas profundas y serias implicaciones en cuanto a la supervivencia del animal, el bienestar de las poblaciones (desde las cuales se transloca el animal y también a las que llega el animal traslocado) y la conservación de la herpetofauna en general.

Existen ya numerosos estudios científicos sobre los impactos de la translocación en reptiles y anfibios. Se considera que la traslocación presenta efectos negativos a corto y largo plazo. Los animales translocados muestran una mortalidad significativamente más alta que los animales no translocados de la misma especie en la misma zona.

Algunas de las consecuencias negativas de la traslocación de animales son:

Mayor riesgo de mortalidad y pérdida de condición física: En los estudios realizados, por ejemplo con saurios como el varano del desierto (Varanus griseus)(Ibrahim, 2002) y el monstruo de Gila (Heloderma suspectum) (Sullivan, 2004), algunos ofidios (Nowak y Riper, 1999; Reinert y Rupert, 1999; Butler et al., 2005; Brown et al., 2009) y anuros (Rathbun y Schneider, 2001; Matthews, 2003) se comprobó que los animales translocados y radio-marcados mostraron signos de padecer estrés, perdieron peso y condición física y se desplazaron de forma anormal, recorriendo mucha más distancia por día y más frecuentemente, que los animales de la misma especie que se encontraban presentes en el mismo territorio y que no habían sido translocados. Según se ha observado, estos desplazamientos largos pueden representar intentos por volver al lugar donde se encontraban antes de translocarlos, de hecho algunos de los animales lograron volver a su territorio original. También pueden ser interpretados como intentos del animal por encontrar o establecerse en un nuevo territorio con refugios y recursos suficientes. En estos intentos pueden morir a causa de pérdida de peso o condición física, por sobreexposición a depredadores, por atropellos, etc., efectos que han sido comprobados por los citados estudios.

Transmisión de enfermedades y parásitos desde unas poblaciones a otras: Podemos tener una población con cierto tipo de enfermedad o parasitosis. Si desde esta población translocamos uno o más individuos a otra población donde esta enfermedad o parasitosis están ausentes podemos estar afectando muy gravemente a esta población receptora, estaríamos transmitiendo la enfermedad de una población a otra. Si la enfermedad es altamente virulenta para los anfibios o reptiles, la población podría perecer por completo o quedar seriamente afectada.

Si la enfermedad en principio no es muy virulenta, los individuos translocados podrían ser portadores de la enfermedad, no estando afectados significativamente por ella, pero pudiendo transmitirla a otros individuos de la misma y diferentes especies. Incluso en el caso de enfermedades virulentas, hay determinadas especies que actúan de vector de la enfermedad sin sufrirla.

Uno de los ejemplos más claros lo tenemos en la transmisión y dispersión de la quitridiomicosis en el caso de los anfibios en todo el mundo. Los mecanismos por los que se puede dispersar esta enfermedad, son translocando anfibios infectados desde una población afectada a otra sana, traslocando otros animales que habiten en el medio acuático (culebras ligadas al medio acuático, galápagos, peces, etc.), translocando especies que no sufren la enfermedad pero que la portan y la transmiten a otras especies, etc.

Para otras enfermedades o parasitosis los mecanismos de dispersión pueden ser igualmente variados.

Alteración de patrones naturales de aislamiento y flujo genético: Nos referimos a efectos como la pérdida de identidad genética o contaminación genética de las poblaciones. De forma sencilla y simplificada podríamos decir que cada población – sus individuos – están adaptados a las condiciones del lugar donde habitan. Se puede decir que los individuos de una población concreta tienen una identidad genética determinada. La translocación de individuos de unas poblaciones a otras podrían provocar la pérdida de esta identidad genética, es decir, generar contaminación genética que puede desencadenar problemas de adaptación y supervivencia para la población receptora.

Parece que queda bastante claro que translocar un animal es muy negativo para este, para la población del lugar donde es liberado y que representa una gran amenaza para la herpetofauna y por tanto, claramente es un tipo de práctica que no se debería llevar a cabo, los animales deberían quedarse en el lugar donde están. Si translocamos un animal, posiblemente perecerá un tiempo después, pues ha quedado demostrado que cuando un animal es translocado su esperanza de vida disminuye de forma drástica y mucha veces llega a morir. Si no llega a morir podrían ocurrir muchos de los problemas a nivel poblacional, antes expuestos. Las personas interesadas en estos animales, amantes de la naturaleza y similares no deberían llevar a cabo este tipo de prácticas por el bienestar de la fauna.

Se aconseja observar y fotografiar a los animales en el mismo lugar donde fueron encontrados. Tras la actividad naturalista o de investigación los animales deberían quedarse donde estaban.

Ejemplos de fotografías de reptiles y anfibios de Marruecos realizadas in situ. Arriba izquierda: Acanthodactylus longipes, probablemente, Merzouga.
Arriba derecha: Pelophylax saharicus, Sirwa. Abajo izquierda: Quedenfeldtia trachyblepharus, Sirwa. Abajo derecha: Podarcis sp., Sirwa. Fotos: © Raúl León.

Existen contados casos en los que la translocación suele valorarse como una medida a llevar a cabo:

— En casos de proyectos de conservación en los que se deban realizar actuaciones muy urgentes. Aún en estos casos, actualmente se sigue discutiendo sobre la viabilidad y la problemática de la translocación, reubicación, repatriación, etc. debido a los efectos negativos asociados.

— En casos más particulares como cuando existe algún motivo para mover un animal. Por ejemplo, si se encuentra en un lugar en el que representa un conflicto para la población humana local y/o probablemente moriría, como en una carretera o en una vivienda, zona residencial o cuando se encuentra atrapado en alguna estructura de la que no puede salir (albercas, pozos, etc.). Puede que la mejor opción, en casos muy justificados y de extrema necesidad, sea mover al animal una distancia de seguridad de escasos metros. Repetimos que esto sería en casos muy concretos y moviendo al animal una distancia prudencial, por ejemplo: quitar un reptil o anfibio que esté inmóvil sobre la carretera para evitar su atropello o sacarlo de alguna de las estructuras que actúan como trampa donde haya caído por accidente. En el caso de un animal sobre la carretera sería recomendable moverlo en la misma dirección de desplazamiento en la que estaba colocado.

IMPORTANTE:
Para el buen estado de las poblaciones de reptiles, anfibios y el resto de la fauna, por favor, no transloquemos animales. Gracias.

Agradecimientos: a Octavio Jiménez Robles, Alfredo Sánchez-Tójar y Javier Gállego.

Bibliografía:

  • Butler , H.; Malone, B.; Clemann, N. 2005. The effects of translocation on the spatial ecology of tiger snakes (Notechis scutatus) in a suburban landscape. Wildlife Research 32(2) 165–171.
  • Brown, J. R.; Bishop, C. A.; Brooks, R. J. 2009. Effectiveness of Short-Distance Translocation and its Effects on Western Rattlesnakes.The Journal of Wildlife Management, Volume 73, Issue 3, pages 419–425.
  • Ibrahim, A. A. 2002. Activity area, movement patterns, and habitat use of the desert monitor, Varanus griseus, in the Zaranik Protected Area, Nort Sinai, Egypt. African Journal of Herpetology 51(1): 35-45.
  • Nowak, E. M.; Riper, C. V. 1999. Effect and effectiveness of rattlesnake relocation at Montezuma Castle National Monument. Technical Report Series. USGSFRESC/COPL/1999/17.
  • Nowak, E.; Hare, T.; McNally, J. 2000. Management of “nuisance” vipers: Effects of translocation on western diamond-blacked rattlesnake (Crotalus atrox). Pp- 533-560. En: Biology of vipers.
  • Matthews K. R. 2003. Response of Mountain Yellow-Legged Frogs, Rana muscosa, to Short Distance Translocation. Journal of Herpetology, Vol. 37, No. 3, pp. 621–626.
  • Rathbun, G.B; J. Schneider. 2001. Translocation of California red-legged frogs (Rana aurora draytonii). Wildlife Society Bulletin 29(4): 1300-1303.
  • Reinert, H. K.; Rupert, R. R. 1999. Impact of translocation on behavior and survival of timber rattlesnake, Crotalus horridus. Journal of herpetology, Vol. 33, No. 1, pp 45-61.
  • Sullivan, B. K.; Kwiatkowski, M. A.; Chutt, G. W. 2004. Translocation of urban Gila Monsters: a problematic conservation tool. Biological Conservation, Vol. 117, Issue 3, pp. 235-242.