Amenazas

La herpetofauna marroquí presenta problemas de conservación muy similares a los que puedan darse en otras regiones y países de parecidas características, si bien en este caso hay alguno más particular, relacionado con la recolección de ejemplares destinados sobre todo para espectáculos, aunque también con otras finalidades.

1. Los cazadores de reptiles

En Marruecos es conocida la captura de reptiles en sus hábitats para diversos fines. Existen algunas personas que podrían denominarse colectores, estos se dedican a la captura de serpientes, dobs (Uromastyx nigriventris), tortugas moras (Testudo graeca), camaleones (Chamaeleo chamaeleon) y otros reptiles por los que consiguen algunos ingresos. Otro grupo se dedica fundamentalmente a la captura de grandes ofidios, con finalidad económica, religiosa y por tradición: los Aïssaoua.

El origen de los Aïssaoua se remonta al noveno siglo de la hégira, años 1455-1456 aproximadamente, en que Sidi Mohamed Ben Aïssa viajó a Oriente, donde entró en contacto con los faquires y aprendió todo lo referente al estoicismo, además de cultivarse en otras disciplinas: medicina, astrología, etc… Al volver a Marruecos aglutino a su alrededor a gran cantidad de seguidores originándose así la cofradía o hermandad que conocemos hoy. Aunque famosos por sus exhibiciones con serpientes y su dominio sobre estas, se citan desde antaño otras actividades como clavarse grandes agujas en nariz y pómulos, comer vidrio o ascuas y manipular fuego. Tales exhibiciones presentaban a los Aïssauas frente a la población como personas poseedoras de un cierto poder, capaces de quitar el mal de ojo o de practicar curaciones mediante ritos y ungüentos donde las serpientes vuelven a ser las principales protagonistas.

Podría decirse que, en la actualidad, bajo el termino Aïssaoua podemos diferenciar dos grupos: los «Aïssaoua tradicionales», los cuales suelen ser gente pobre, dedicados a la captura y venta de serpientes, exhibiciones puntuales y, en algunos casos, practicantes de los ritos místicos mencionados anteriormente. En segundo lugar encontramos a los «Aïssaoua de ciudad», estos parecen haber abandonado las practicas de estoicismo y curandería, para dedicarse en exclusiva a las exhibiciones de encantamiento; son los que encontramos en lugares públicos y a los que se denomina habitualmente como encantadores de serpientes.

Aissaouas y colectores, suelen tener en las capturas su más importante fuente de ingresos, mientras que otros son cazadores eventuales que desarrollan esta actividad en un periodo al año, o cuando se les presenta la ocasión, pero no se mantienen económicamente de la misma. Aunque esta actividad se centra sobre todo en la captura de ofidios, ocasionalmente colectan otros animales si tienen ocasión de venderlos, bien para farmacopea tradicional, alimentación, o bien como souvenirs para el turismo (Bons & Geniez, 1996; Schleich et al., 1996; Feriche, inédito).

Al capturar reptiles en ecosistemas en los que suelen ser de los vertebrados de mayor tamaño, pueden llegar a provocar grandes desequilibrios, al retirar a los predadores que se sitúan en el escalón más alto de la cadena alimentaria. Estos regulan las abundantes poblaciones de micromamíferos de zonas donde la precaria agricultura que en ellos se practica es muy vulnerable a sus fluctuaciones. Son precisamente los mayores cazadores de los mismos, las especies más buscadas y colectadas por los aïssaoua: víbora bufadora (Bitis arietans arietans), cobra norteafricana (Naja haje) y culebra bastarda (Malpolon monspessulanus saharatlanticus). Se ha calculado por datos indirectos, que se pueden extraer del medio de 4.025 a 9.545 ejemplares al año, de estas y de otras especies de ofidios (Feriche, inédito).

El daño no acaba solo aquí. Además de ecológico, las especies más capturadas tienen un alto valor biogeográfico, al tratarse bien de taxones endémicos; bien de especies de origen tropical y que mantienen en la zona unas interesantes y menguantes poblaciones relictas. Estas constituyen los últimos representantes de la fauna que ocupó la zona en períodos anteriores de diferente climatología.

Algunos Aïssaoua son extremadamente efectivos, y su actividad no carece de valor etnográfico. Cazan normalmente solos o en pareja. Su método de búsqueda se basa en caminar por zonas donde abunden las madrigueras de rata obesa (Psammomys obesus) o ardilla moruna (Atlantoxeros getulus), preferiblemente de sustrato suelto, donde se marcan bien las huellas de ofidios. Estas zonas suelen coincidir con ecotonos de dunas con zonas terrosas, bordes o acúmulos de sedimentos de oueds, bordes de caminos y carreteras, donde el sustrato está más removido y ocupado por los roedores, etc. Cuando localizan un rastro reciente hacia o en torno a una hura, revisan meticulosamente la zona, para asegurarse de que el ofidio se ha introducido en un agujero determinado y que no ha salido por el mismo u otro cercano. Suelen ayudarse de un espejo, con el que reflejan la luz solar para iluminar el interior de los orificios. Distinguen las marcas habitualmente en Naja/Daboia, Malpolon/colúbridos, Bitis o Cerastes. Aunque varía en función de la habilidad del aissaoui, algunos son muy eficaces en sus capturas, optimizan el esfuerzo y raramente cuando cavan una madriguera no se encuentra el ofidio en su interior. Evidentemente, los individuos más grandes son los más buscados y más fácilmente detectados, al dejar marcas más patentes. Se conocen casos puntuales donde los Aïssaoua capturan ofidios mediante la observación de grietas (Daboia mauritanica en los alrededores de Marrakech (Timms, comunicación personal)) o levantando piedras (Hemorrhois hippocrepis, en los llanos de Marrakech (Valverde, inédito)).

Suelen ser conocidos en el área donde buscan, y cuando alguien localiza un ofidio les avisa. Incluso en algunas ocasiones ponen un trapo con piedras en la entrada de una hura donde han visto entrar un ofidio y esperan a que venga el aissaoui a sacarla (testimonio de gente local).

Capturan los ofidios para rituales propios, para abastecer a los encantadores de zonas turísticas, y algunos poseen una identificación como colectores para el Instituto Pasteur. En ocasiones ellos mismos muestran los ofidios como espectáculo para los turistas, convirtiéndose en cazador y encantador. No obstante, en la gran mayoría de los casos venden los ofidios, por lo que tratan de conservarlos en el mejor estado posible, sin arrancarles los dientes inoculadores de veneno y obtener así más dinero en su venta. Esta actividad debe de haberse convertido en su principal fuente de ingresos en tiempos relativamente recientes (Corillion J-M, 1999, Valverde, 2004). La llegada de occidentales y el consiguiente desarrollo del turismo han potenciado los espectáculos públicos hasta los niveles que observamos hoy, provocando un aumento en la demanda de ofidios.

Los aïssaoua afirman que cuando capturan una hembra preñada la liberan, si bien, ante la creciente escasez de ejemplares, dudamos que esto ocurra. En un encuentro con un Aissaoui, en el que capturó una víbora bufadora subadulta, sin talla suficiente para interesar a los encantadores, el ejemplar fue no obstante colectado, explicando que las llevan a sus casas y las alimentan hasta que adquieren un tamaño suficiente para venderlas. Deben ser pocos los ofidios realmente liberados.

Secuencia de la captura de un ejemplar de Naja haje por un aissaoui:
1. Localización de huellas que delaten la presencia del ofidio
2. El cazadodr comienza a excavar
3. Utiliza un espejo para buscar el ofidio en las huras o ver hacia donde seguir cavando
4. Tras encontrar el ofidio lo extrae de la hura y
5. Lo lleva a un lugar abierto donde neutralizarlo y meterlo en una bolsa.
Fotos: © Gabri Mtnez

Es necesaria la regulación efectiva de estas actividades, mediante el establecimiento de una protección legal de las especies tanto venenosas como inofensivas, y que se apliquen realmente sobre el terreno. Actualmente todos los reptiles no venenosos están protegidos, prohibiéndose su captura (artículo 8, decreto nº 582-62 de 3 de noviembre de 1962), pero esta protección no se lleva a efecto en la práctica. No hay más que ver ciertos mercados donde los animales o sus partes están expuestos como cualquier otro artículo de venta legal.

El principal motivo de captura es la venta de los ofidios a los encantadores o intermediarios, con el pretexto de conseguir ejemplares de los que extraer veneno para suero antiofídico. La alternativa más factible y práctica es la creación de granjas donde se reproduzcan las especies que pueden causar lesiones serias al ser humano, y así tener un stock de ejemplares que produzcan el veneno necesario y a la vez actúen como reservorio genético de las poblaciones más amenazadas.

Por muy folclórico que resulte en la plaza Jemaa Lfna de Marrakech el espectáculo de los encantadores, este debería de prohibirse, tanto por el daño que se le cusan a las poblaciones expoliadas para abastecerse, como por el cruel maltrato a que se somete a los ejemplares cautivos. Se trata de una conducta anacrónica y poco ética, que los propios turistas deberían evitar no participando de la actividad.

2. Los encantadores de serpientes

Una de las mayores atracciones en muchos puntos turísticos de Marruecos es el «encantamiento» de serpientes. En 1985, Valverde estimaba que el lugar donde más se practica es Marrakech (84 encantadores), seguido de Ouarzazate (11), Taroudant (3), Agadir (3), Tánger (3) y Tetuán (2) (Feriche, inédito). El problema de esta actividad radica en que se trata de ejemplares extraídos del medio natural, así como el trato que se da a los animales y las pésimas condiciones en que se mantienen. Actualmente existe una elevada concienciación social respecto a los derechos de los animales y el trato que les damos. Aunque para la población local estos conceptos suenen aún lejanos y extraños, no es así para los turistas, que provienen de lugares donde esas exhibiciones llevarían ya décadas prohibidas, y no las aceptarían en sus plazas y mercados. Entonces ¿por qué participan de este espectáculo macabro en otro país?

Mientras los turistas sigan dando unas monedas a cambio de una falsa y pésima representación de encantamiento, o de hacerse fotos con una especie no venenosa en los hombros para impresionar a amigos y familiares a la vuelta de su exótico viaje, esta lamentable práctica continuará. Es evidente que aún queda trabajo de concienciación por hacer en los países de origen del turismo.

Plaza de Jemaa Lfna (Marrakech) donde se pueden ver saurios enjaulados (1), víboras bufadoras (2, 3, 7 y 8) y cobras norteafricanas (3-9).

Fotos: © V. Gabari Boa, F. Jiménez Cazalla, J. Corzo de Porras

Respecto del mantenimiento de los ofidios, este deja mucho que desear. Se les mantiene hacinados en cajas de madera o sacos de tela, sin alimento o luz salvo en el caso de las cobras, las más escasas y valiosas. Su estado de stress, por tanto, es continuo. A las especies venenosas, en muchos casos, se les extirpan los dientes inoculadores de veneno. Los encantadores siempre lo negarán, ya que esto resta valor a su espectáculo y su valentía. Pero a menudo se pueden observar ejemplares con la cabeza hinchada por la infección causada por la amputación, y que acaban muriendo tras una larga agonía.

Otro impacto que causa este colectivo es el expolio para venta a turistas y coleccionistas europeos. En alguna ocasión nos han ofrecido varias víboras cornudas (Cerastes cerastes) vivas para llevárnoslas como animales de compañía (terrariofilia), lo que fomenta también la captura de una especie que ellos no utilizan en su “trabajo”.

Los desplazamientos a que someten a los ofidios pueden presentar igualmente problemas en las poblaciones de los lugares a los que las transportan. Así, en los espectáculos que llevan a cabo en Tánger, hemos observado grandes ejemplares de Malpolon monspessulanus saharatlanticus, una subespecie diferente a la autóctona de aquella zona. Si esos ejemplares se evaden o son liberados al considerarse inservibles para los espectáculos, pueden provocar una contaminación genética en las poblaciones de la zona en que esto ocurra. O simplemente que se trasloquen ejemplares a una zona fuera de su área de distribución natural.

Encantador de serpientes en los alrededores de Ouarzazate. 2010. Foto: © F. Javier Herrera Sánchez

Los «pioneros» en la consecución de la prohibición real de estas actividades son los miembros de la asociación GEOS, dirigida por Michel Aymerich, en la que se trata de erradicar definitivamente estos espectáculos: http://www.geos-nature.org/Appel_boycott_spectacles-serpents.html. Dentro de este enlace recomendamos seleccionar el idioma deseado, suscribir la petición y divulgarla entre nuestros contactos, para fomentar la concienciación sobre el tema. Igualmente se ruega a los visitantes de esta web que no fomenten bajo ningún concepto esta actividad, pagando por estos espectáculos, ya que en caso contrario estaremos colaborando en esta masacre silenciosa, así como en el proceso de extinción de dos especies emblemáticas (cobra norteafricana y víbora bufadora) que no soportarán mucho tiempo más la contínua y excesiva extracción de ejemplares a que son sometidas.

3. Carreteras

Como todos los herpetólogos saben, probablemente el lugar donde más mortalidad no natural de animales salvajes se detecta a nivel mundial es en las carreteras. En Marruecos hemos hallado en innumerables ocasiones ejemplares de numerosas especies en la carretera, vivos (de manera puntual) o muertos (la mayoría de ocasiones). Los meses en que se producen más atropellos suelen coincidir con la época de celo, durante las lluvias en noches templadas, para la mayoría de anfibios y abril-junio para la mayoría de reptiles, así como la época de nacimiento y dispersión de los juveniles (agosto-octubre). Los reptiles además, utilizan el asfalto para calentarse pasando mucho tiempo sobre la carretera.
En determinadas zonas, se han detectado puntos negros, donde se da un elevado número de bajas de una o varias especies en un corto tramo de asfalto. Estos suelen coincidir con cercanías a cauces u oueds, roquedos, taludes, proximidades de oasis en zonas áridas y saharianas, etc.

La solución a este problema es bien difícil. Resulta ya costoso poner en marcha la localización y corrección de puntos negros mediante barreras en lugares como Europa. En países como Marruecos, donde las necesidades y prioridades son actualmente otras, resulta algo poco factible. Una parte del problema se solucionaría a base de concienciación de los conductores, cuya tendencia en ocasiones es la contraria: si el animal es localizado –normalmente pasan desapercibidos- tienden a intentar atropellarlo, modificando incluso la trayectoria del vehículo (Aymerich, 2010).

Colocación de barrera entre unas charcas y la carretera. Hoyo de Manzanares (Madrid, España). Foto: © Gabri Mtnez.

4. Aljíbes y albercas

Aljibes, albercas y arquetas actúan como trampas de caída para un elevadísimo número de vertebrados e invertebrados. En la mayoría de los casos los animales mueren ahogados, por predación, de inanición, o de deshidratación… Casi cualquier animal es susceptible de caer y morir en ellos por lo que, colocar piedras y/o troncos que les permitan la salida siempre es adecuado. En su defecto, si la construcción es demasiado alta o grande, piedras que actúen como refugio posibilitarán la supervivencia (algo precaria en todo caso) a algunas de las víctimas.

Ejemplo de animales hallados ahogados en aljibes en Marruecos. 1. Varano del desierto (Varanus griseus). 2. Culebra de herradura (Hemorrhois hippocrepis).
Fotos: © Gabri Mtnez.

5. Muerte directa a manos del hombre

Reptiles y anfibios son odiados o temidos por muchas culturas desde tiempos ancestrales. Esta zona no es una excepción. Sin embargo el desarrollo económico y cultural ha ayudado a conocer más a estos animales en gran parte del mundo y a describirlos como animales inofensivos para el ser humano. A pesar de ello decenas de bulos y falsas historias van de boca en boca y sapos, salamanquesas, camaleones, pero sobre todo ofidios mueren cuando se encuentran con el ser humano. En ocasiones se matan para ser consumidos por poblaciones locales (gén. Uromastyx, Varanus, Scincus…), para ser utilizados como talismán o remedio casero (gén. Uromastyx, Chamaeleo…), como regalos (caparazones de Testudo graeca, las pieles de Hemorrhois hippocrepis para hacer tambores…) (Schleich et al. 1996), pero en la mayoría de casos se matan por miedo, placer o diversión -son los niños los que dedican más tiempo libre en la caza de estos animales- (Bons & Geniez 1996).

La única solución a este problema radica en la concienciación y el fomento de la educación ambiental entre la población local, que tiene un profundo desconocimiento de estos animales. Cuando se logre mitigar la ignorancia y la confusión que suelen producir estas especies en las personas, se habrá dado un paso importante hacia su conservación y valoración como animales beneficiosos y sobre todo necesarios e imprescindibles en los ecosistemas en que están presentes. Una de las finalidades de esta web es precisamente esa, dar a conocer la realidad de estos animales. Es cierto que existen ofidios venenosos en Marruecos que podrían en determinadas circunstancias matar a una persona, pero como se explica en cada apartado, las serpientes son animales esquivos que evitan el contacto con el ser humano, y en caso de encuentro tienden a huir, atacando únicamente cuando no les queda otro recurso. Los accidentes son escasos y se producen por molestias a los ofidios, bien intencionadas (al intentar matarlos, capturarlos o manejarlos de manera imprudente) o bien no intencionada (habitualmente al pisar un animal inmóvil y que no se ha visto previamente, al meter la mano sin mirar en el lugar donde la serpiente está refugiada…). En una conversación con una familia ubicada en una zona rocosa con gran densidad de víbora del Magreb (Daboia mauritanica) confesaban que no conocían a nadie que hubiese sido mordido.

6. La destrucción del hábitat

A medida que Marruecos se ha desarrollado económicamente los problemas derivados de la destrucción del hábitat han aumentado (aunque no siempre es así, en algunas ocasiones la emigración del ser humano a las ciudades, conlleva que se abandonen zonas cultivadas y que disminuya el pastoreo). Algunos herpetos parecen muy sensibles a las alteraciones en su hábitat produciéndose extinciones de poblaciones locales lo que conlleva que la distribución de gran cantidad de especies marroquíes está fragmentada.

Urbanización de lujo a las afueras de Casablanca (Marruecos). Foto: Gabri Mtnez

La destrucción de hábitats incluye la transformación de terrenos para la agricultura, el desarrollo urbano incontrolado o el desarrollo de infraestructuras, la contaminación de hábitats, la tala indiscriminada de árboles o la desertificación. El proceso de deforestación y puesta en cultivo de amplias regiones prosigue a ritmo acelerado, consecuencia también del subdesarrollo, la economía de subsistencia y la superpoblación rural (Taiqui, 1997).

La mejor solución a este problema consiste en el conocimiento de las áreas con especies sensibles a las alteraciones de su hábitat y las zonas con mayor riqueza de herpetofauna de Marruecos y el Sahara occidental. Una vez conocidas estas deberían gozar de cierta protección legal que garantice su inalterabilidad de forma eficaz. Este parece el único modo de detener el proceso de extinción de muchas de las poblaciones de reptiles y anfibios, sensibles a la alteración de los hábitats.

Parques Nacionales

Zonas con mayor riqueza de herpetofauna en el área de estudio (basado en Pous et al., 2010. Solo se incluyen datos de Marruecos):
a. Península Tingitana
b. La región de Nador, Beni Snassen, la cuenca alta del Moulouya
c. El Atlas Medio
d. El valle del Souss, la costa atlántica sur, el valle del bajo Drâa

 

7. El sobrepastoreo

Dentro de la destrucción de hábitat cabe destacar como un punto aparte el problema del sobrepastoreo, que afecta a gran parte del territorio marroquí. Se produce cuando la carga ganadera supera la capacidad de regeneración de la cubierta vegetal de una zona determinada. Se puede evitar el sobrepastoreo si existen recursos alimenticios alternativos, algo que no existe en Marruecos, donde incluso en algunas regiones se puede observar al ganado caprino trepando a los árboles para acceder al alimento. En otros casos, son los pastores los que talan ramas de la cubierta arbórea para alimentar a sus reses.

El pastoreo tiene múltiples consecuencias para los ecosistemas naturales. El sobrepastoreo afecta así al crecimiento, vigor y reproducción de las plantas, lo que conlleva modificaciones de la composición de las especies, de la cobertura vegetal y de la cantidad de biomasa. Esto afecta a la herpetofauna de manera directa, en el caso de los reptiles vegetarianos, como los dobs (gén.Uromastyx) o las tortugas moras (Testudo graeca) entre otros; y de manera indirecta para estas y el resto de especies, ya que al haber menos vegetación disminuye la disponibilidad de refugios o alimento (insectos u otros invertebrados, aves, roedores). A esto hay que añadir el pisoteo continuo del ganado que reduce la densidad aparente y la tasa de infiltración del suelo, incrementando así el flujo superficial y provocando por tanto la desertificación de los terrenos. Esto sucede en gran parte del territorio marroquí.

Es de suma importancia desarrollar planes de prevención y optimización, para minimizar los impactos negativos que conlleva el sobrepastoreo. Los órganos políticos de las áreas especialmente áridas, deben buscar un desarrollo sostenible de las regiones económicamente desfavorecidas de Marruecos, tratando de adherir los intereses de los pobladores rurales con la conservación de los ecosistemas. De no ser así, seguirá aumentando el proceso de desertificación lo que conlleva la disminución de las densidades de fauna y el aumento de la pobreza en general.

8. Introducción de especies

Aunque este problema no está tan extendido como en Europa o Estados Unidos, en el norte de Marruecos ya se han descrito algunos problemas a causa de estas introducciones. De forma preventiva advertimos que la liberación de peces, cangrejos o galápagos en humedales conlleva en muchos casos efectos devastadores para las especies de anfibios, muchas veces provocando daños irreversibles.

Una de las especies de la que tenemos constancia es Gambusia holbrooki (de Pous & Beukema, 2011; exp. pers.). Esta especie ha sido introducida por el hombre en muchos puntos acuáticos permanentes debido a su fama como controladora de larvas de mosquito. Sin embargo, ahora se están viendo sus nocivos efectos sobre los anfibios, ya que no sólo comen larvas de mosquito sino también huevos y larvas de anfibios y parte de sus presas (Webb & Joss, 1997; Komak & Crossland, 2000).

Hasta el momento se reconoce la extinción de dos especies de reptiles en el área de estudio (Geniez et al. 2004):

  • Geochelone sulcata Miller, 1780 – Tortuga de sabana
  • Crocodylus suchus Geoffroy Saint-Hilare, 1807 – Cocodrilo de África occidental

Bibliografía

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