Por Gabriel Martínez del Mármol
Actualizado: 15/12/2020
Hace ya 5 años… No pensaba subir este viaje tan personal, pero creo que es interesante para compartir pues puede ayudar a otros viajeros. Lo quiero dedicar a todos los que, como yo, llevaban visitando Marruecos año tras año desde hace más de 10 años y este 2020 es el primero que no podemos visitar el Magreb.
Llegaba el mes de diciembre 2015 y tenía vacaciones pendientes en el despacho. Miré vuelos, y aunque los vuelos Madrid-Dahkla eran caros no pude resistirme a visitar las zonas más al sur del Sahara Atlántico, donde además pensaba que la temperatura sería mejor y podría haber más actividad de reptiles que en zonas al norte de Marruecos.
Compré los vuelos con tan poca anticipación que no hubo tiempo de conseguir compañeros, ni mirar bien itinerario, ni planificar nada. Sería un auténtico viaje de 7 días de aventura para tratar de recopilar nuevas citas y encontrar especies nuevas para mi, además de la posibilidad de visitar de nuevo la región de Tantan que tantas alegrías me dio en el pasado.
Para el alquiler de coche, contraté una empresa local, al no encontrar compañías internacionales con oficina en Dahkla.
Llegué un viernes por la noche. Hacía viento y bastante frío (por debajo de 10 grados). Acudí a la gasolinera donde me deberían entregar el coche pero no había nadie, así que llamé al teléfono que figuraba en internet y medio entendí que ya venían a darme el coche. Al aparecer, el coche realmente daba miedo. Era un coche con muchísimos kilómetros y más años que el sol. Le indiqué que me iba directo a Tantan y me insistió que debía dormir allí en Dakhla y partir al día siguiente. Yo solo le pregunté por la batería y las ruedas. Me dijo que la batería iba perfecta y las ruedas eras nuevas.
Me despedí dejando al que me había entregado el coche en una casa, hice compra de comida y bebida en la típica tienda marroquí de alimentación y conduje rápido hacia el norte. Hacía mucho frío así que la única opción de ver reptiles sería a través de rescates en aljibes pues no tenía pinta de haber actividad. Conduje hasta casi Boujdour, donde escondí el coche a un lado de la carretera y me dispuse a dormir unas horas.
A las 7 aproximadamente la luz no me dejaba dormir, por lo que me dispuse a seguir el viaje cuando, para mi sorpresa, el coche no arrancaba. Estaba en mitad de la nada con un coche con una batería reventada, tan típico en Marruecos, pero la primera vez que me pasaba alquilando coche allí. Desayuné algo rápido de lo que había comprado la noche antes y me acerqué a la carretera principal a pie donde pude parar un camión, que tras ver que no arrancaba empujando, amablemente me ayudó a poner las pinzas en el coche y conseguimos encenderlo. Con una rabia que no podía contener conduje rápidamente a la casa donde había dejado al marroquí que me dio el coche mientras le llamaba sin cesar por teléfono.
Varias horas después, casi llegando a Dahkla me cogió el teléfono. Ni él hablaba español ni inglés, ni yo francés o árabe, pero entendió perfectamente la situación y me pedía tranquilidad. Cuando llegué a la casa no había nadie. Me ponía más y más nervioso cuando para mi sorpresa vi aparecer al marroquí que me alquiló el coche en un precioso Land Cruiser. Me explicó que no había podido conseguir otro coche de gama normal así que me dejaba el 4×4 al mismo precio 3 días. Cuando me subí a ese monstruo se me pasó el cabreo, y le prometí traerlo de vuelta a los 3 días.
Ya se había hecho tarde y con ese coche me fui destino a Ausserd, pues 3 días para ir y volver de Tantan era precipitado y además había visto que a medio día había subido bastante la temperatura.
Nada más salir de Dahkla hacia Ausserd, ya con fresco y el día bastante nublado, encontré la primera serpiente del viaje. Una Spalerosophis diadema atropellada de hacía muchos días. Aproveché la parada a ver dicha culebra para buscar alrededor, y rápidamente encontré un precioso juvenil de Lytorhynchus diadema. Le hice unas fotos rápidas y continué hacia Ausserd. Poco después encontré otra serpiente atropellada que también tenía aspecto de haber muerto hacía muchos días. Esta vez se trataba de una falsa cobra (Rhagerhis moilensis), la primera de 4 que acabé viendo muertas en la carretera de Dakhla a Ausserd. Levantando piedras alrededor encontré algunos Tarentola chazaliae, una especie que es común, pero nunca te cansas de ver por lo bonita que es, y lo que supone ver la Tarentola que lejos de ser estilizada y ágil escalando paredes y muros, ha evolucionado «torpe» y rechoncha, pero con muchísima habilidad para sobrevivir entre arenas y arbustos en hábitats con gran abundancia de serpientes, muchas de las cuales se alimentan de ellos.
Muy poco después llegó la noche. Estaba impaciente de ver si habría actividad nocturna, pero no había nada vivo en la carretera (temperatura inferior a 15 grados y sensación térmica aún inferior). Tras unas horas de conducción aparté el coche de la carretera y busqué un lugar resguardado, confiando que la batería del 4×4 estaba bien.
Segundo amanecer del viaje y esta vez el coche iba perfectamente. Desayuné y conduje parando cuando había zonas interesantes. Bajo una piedra encontré rápido uno de mis objetivos: un geco elegante común. Los Stenodactylus sthenodactylus son muy comunes en otras partes del Sahara y en Israel vimos muchísimos, pero nunca los había visto en Marruecos. Aunque parece que el límite entre Stenodactylus mauritanicus y S. sthenodactylus no está del todo claro, este me pareció completamente distinto a resto de ejemplares del género que había observado en Marruecos.
Poco después encontré lo que denominamos como el “hábitat Cerástico”. Conjuntos de rocas en mitad de estepas terrosas, donde la arena movida por el viento se acumula y la erosiona, existiendo grietas en la roca donde es muy fácil encontrar reptiles. En las grietas encontré mi primer Uromastyx dispar, inactivo (son imposibles de sacar de las grietas sin hacerles daño, así que le dejé en paz pues en todo viaje bichero la salud de los animales debe prevalecer por encima de cualquier foto o experiencia) y varias Tarentola annularis. Ya había visto varias de esta especie en los alrededores de Smara, pero me encantó volver a verlas tan al sur. Son posiblemente mi Tarentola favorita, con esos característicos puntos blancos en la parte dorsal que las hace inconfundibles. Ya me volvía al coche cuando vi un grupo de piedras pequeñas rodeadas de arena. No pude evitar levantarlas y ¡premio! Primera víbora del viaje, un juvenil de Cerastes cerastes. Estaba en proceso de mudar la piel, y con el frío bastante atontada, así que le hice unas pocas fotos rápidas y la volví a dejar en el grupo de rocas donde la había encontrado.
Seguí rumbo a Ausserd, haciendo paradas esporádicas donde únicamente encontraba más y más Tarentola annularis. De todos los tamaños y tonos de color. Se acercaba ya media mañana y hacía más calor, superándose los 15 grados y pegando el sol. Así que busqué un sitio con buena pinta e hice otra parada. Se trataba de una pequeña montaña de piedras rodeadas de acacias junto a un río seco. Mirando entre las piedras descubrí una parte de una serpiente al sol. Tenía un color anaranjado-marrón oscuro. No sabía que podía ser aquello con seguridad, debería ser una Hemorrhois algirus, pero no era descartable una Telescopus tripolitanus muy grande, una Spalerosophis diadema con diseño raro o incluso una cobra subadulta en proceso de oscurecerse. La intriga me dejaba sin aire así que con todo el cuidado del mundo y con los guantes puestos la cogí y saqué con mucho cuidado y se trataba efectivamente de una Hemorrhois algirus muy grande en proceso de mudar la piel.
Ya a pocos kilómetros de Ausserd encontré junto a una falsa cobra atropellada otra zona de piedras buenas, por lo que paré y las levanté esperando encontrar algunas de las especies que todavía no había visto y no solo las tan comunes Tarentola annularis. Con suerte encontré 2 ejemplares de Tropicolotes tripolitanus, otra de mis especies más deseadas.
Ya en Ausserd conduje dirección a Tichla, pues es una zona que desde Google Earth tenía una pinta magnífica. Pero un control militar me obligó a dar media vuelta. La zona entre Ausserd y Mauritania es tremendamente interesante aunque de muy difícil acceso.
Ya sabiendo que no podría pasar de Ausserd, me dispuse a dar vueltas con el 4×4 por las pistas alrededor de la ciudad. Si bien hay zonas donde te avisan que hay minas, en la mayoría de zonas no parece haber problemas y hay marcas de coches que dan tranquilidad. A medio día y cuando más calor hacía, salieron de sus huras algunos Uromastyx dispar a solearse al borde de los caminos. Estuve toda la tarde alrededor y viendo más Tarentola annularis, algunos Tropiocolotes tripolitanus más y varios Uromastyx dispar.
Llegó la noche y empecé a carrilear con la esperanza de ver algo moviéndose en la carretera o en las pistas tras un día bastante soleado. Pero nada, ni reptiles ni mamíferos ni invertebrados. Así que tras varias horas sin actividad me eché a dormir.
Era el tercer amanecer del viaje, esta vez cerca de Ausserd, y decidí volver a Dahkla. De camino pude parar en varios sitios, donde únicamente encontraba Tarentola annularis, hasta que, en una zona arenosa pude ver la rara Mesalina pasteuri. Ver esta especie me dejó muy sorprendido
A la izquierda de la carretera había un grupo de acacias, alguna muerta. Decidí probar suerte con otra de las especies que todavía no había visto, Tarentola hoggarensis. Mirando en el tronco de la acacia muerta saltó fuera un juvenil de esta especie de salamanquesa que desapareció rápidamente en el tronco gracias a su camuflaje. Me quedé realmente sorprendido de lo fácil que había sido verla, así que me acerqué a la acacia de al lado y al mirar en el agujero había esta vez dos adultos, macho y hembra. Con mucha delicadeza las pude hacer salir y tras unas cuantas fotos volvieron a entrar en su guarida. Impresionante como pueden vivir estos gecos en unos llanos donde lo único que hay es un pequeño grupo de acacias.
Estaba llegando a Ausserd y se hacía tarde cuando decidí parar y mirar en un pequeño charco que había. Al mirar en los alrededores de la charca pude encontrar un subadulto de Bufotes boulengeri, con una coloración preciosa. Andando de vuelta al coche también encontré un espécimen de Acanthodactylus aureus, que se soleaba aprovechando el sol del atardecer.
De allí conduje hacia el sur donde encontré otro adulto de Spalerosophis diadema atropellado. Entré con el coche en Imlili donde había una pista arenosa. Me metí hasta que el coche se quedó atascado en un pequeño banco de arena. No pasaba nadie por allí y me dio algo de miedo, aunque con la tracción 4×4 salió perfectamente, así que di media vuelta y volví al asfalto. Paré en unos paisajes espectaculares donde levanté piedras y pude encontrar un juvenil Tropiocolotes algericus, un juvenil de Chalcides sphenopsiformis y un Stenodactylus mauritanicus con un diseño moteado espectacular de puntos blancos sobre un fondo rosáceo-blanquecino y bandas trasversales anaranjadas. Ya se estaba haciendo de noche así que inicié el carrileo. No había tráfico, había hecho relativamente calor durante el día (15-20 grados), por lo que confiaba en tener esperanzas de ver ofidios cruzando de noche la carretera. Pero en casi dos horas únicamente encontré más de una docena de Tarentola chazaliae en la carretera, casi todos en la primera hora de la noche y luego inactividad total a medida que bajaba en picado la temperatura. Era hora de dormir
Cuarto amanecer del viaje. Tenía que devolver el coche en Dakhla (=Dajla=Villacisneros) a medio día así que no podía ir muy lejos. Conduje hacia Bir Anzarane, una zona totalmente desconocida para mí. Al igual que en el camino a Dakhla, se pasa por una gran llanura árida con únicamente grupos de acacias muy dispersos. Al llegar a Bir Anzarane había multitud de carteles avisando de las minas y el vehículo se quedaba sin combustible. Pregunté a un grupo de locales donde repostar y me llevaron a un garaje donde pudimos rellenar el tanque con botellas de plástico llenas de gasolina que tenían. Uno de ellos comenzó a hablarme del conflicto marroquí-saharoui, por lo que estando solo, con esos temas y todo lleno de minas, decidí volver a Dakhla por evitar problemas. Antes de llegar paré en zonas arenosas donde encontré Stenodactylus mauritanicus, Acanthodactylus aureus y Chalcides sphenopsiformis.
Al llegar a Dakhla y reunirme con el muchacho del alquiler de vehículos, me tenía preparado otro coche. No tenía tan mala pinta como el del primer día, pero me daba bastante respeto. Le insistí en quedarme el Land Cruiser pero me decía que ese tenía un coste de 100€ el día, y que no me preocupase que este coche nuevo tenía una batería nueva. Me subí y el coche encendía bien. No quería perder tiempo así que nos despedimos y ahora sí, salí rumbo al norte.
No hice paradas hasta que justo pasado Boujdour ya anocheciendo encontré una espectacular Hemorrhois algirus con un diseño precioso, atropellada de días antes, y pocos metros después, dos Psammophis schokari atropelladas. Curioso en tantísimos kilómetros solo haber visto esas 3 serpientes, aunque es cierto que es cuanto tenía que conducir lento para evitar los temidos radares marroquíes y mejor veía la carretera. De ahí conduje directo hacia el norte y pasadas las 12 de la noche, y con una temperatura de unos 13 grados y sensación de frío, cuando entraba en la autovía alrededor del Aaiún, me pareció ver una pequeña serpiente atropellada en mitad de la autovía. Era tarde y hacía frío por lo que descarté que fuese un animal, pero solo 1 minuto después, otra cosa en mitad de la autovía con un brillo extraño. Frené en seco en un lateral, y corrí con el frontal aprovechando que no había coches y al enfocar, una Cerastes vipera totalmente quieta en mitad de la autovía. No se movía, pero estaba viva y en perfecto estado. La cogí con mucho cuidado y conduje hasta la primera salida unos metros después. Era un hábitat totalmente de dunas con arbustos que tanto le gusta a esta especie. Aproveché para hacerle unas fotos antes de soltarla, y fue sorprendente, quizás por el frío, que la víbora empezó a abrir completamente la boca enseñando los dientes, en clara actitud defensiva. Nunca había visto esto en Marruecos en ningún ejemplar anteriormente ( no directamente, sí en fotos de M. Aymerich), aunque sí que lo había visto en un espécimen en el desierto del Negev en la primavera de 2010. Tras la muy breve sesión de fotos la dejé a ciertos metros de la autovía, junto a un arbusto.
Tras semejante surrealista encuentro tome el desvío hacia Smara, y varios kilómetros después, el desvío a Guelta Zemmur. La carretera era estrecha, y a pesar de que era muy tarde, pasadas las 2 de la madrugada, me crucé varios coches militares en sentido contrario. No vi ningún reptil vivo o muerto en la carretera, pero sí muchas ratas canguro. Cuando el cuerpo ya no me respondía metí el coche detrás de un torreón de energía que era el único refugio en un hábitat tan plano, y me quedé dormido.
Con los primeros rayos de sol me dispuse a continuar el camino. El coche no arrancaba. No había nadie y la situación era angustiosa, hasta que a la cuarta o quinta vez el coche arrancó. El hábitat, tal y como se veía de noche, era de una enorme meseta terrosa únicamente salpicada con algunos arbustos dispersos. Levanté algunas piedras pero no había nada más que invertebrados. Varios kilómetros antes de llegar a Gueltat Zemmur ya cambia el hábitat y se ven a los lados de la carretera grandes montañas rocosas en ocasiones salpicadas por bancos de arena. Un hábitat absolutamente impresionante para un sitio mítico como es Guelta Zemmur. La carretera terminaba en un control militar. Les expliqué mi propósito, poder ver el Guelta para confirmar la presencia de Pelophylax saharicus y tratar de encontrar un ejemplar del género Tarentola para poder probar genéticamente que dicha población es de T. boehmei y no T. parvicarinata como había sido publicado. Me dijeron radicalmente que diera la vuelta y me fuese, así que no pude mirar dentro de construcciones humanas donde habría sido sencillo encontrar las salamanquesas.
Volví atrás varios kilómetros y paré en un hábitat rocoso donde aparentemente podría haber salamanquesas. Tras varios metros mirando en las grietas de las rocas, únicamente encontraba Uromastyx dormitando. No salieron a solearse, aunque por la distribución debía tratarse de U. dispar. Al levantar una gran piedra y volver a dejarla en su sitio apareció milagrosamente un juvenil de Tarentola.
Tras este encuentro y viendo la nula actividad en la zona, conduje un poco más de vuelta hasta una ladera rocosa llena de arbustos aparentemente perfecta para la presencia de Daboia mauritanica. Ya era media mañana y la temperatura superaba los 15 grados por lo que cada paso tenía la impresión de que vería una gran víbora extendida o enroscada justo a la salida de una hura entre rocas. Pero como normalmente en Marruecos, lo único que vi fue una curiosa Mesalina guttulata.
Viendo que no veía nada más, decidí volver para Smara, pero poco después, encontré otro hábitat “cerástico” de rocas con arena. Me acerqué a inspeccionar las grietas, pero no veía nada. Ni siquiera alguna Acanthodactylus activa, hasta que de repente encontré unos rastros frescos de serpiente. Quizás podría ser de Daboia mauritanica, pero lo que estaba claro es que no eran de Cerastes cerastes. Al seguir la marca unos 20 metros acaban en un grupo de rocas gigantescas, inamovibles. Cuando daba la batalla por perdida me dio por meter la cabeza debajo de la roca y mirar arriba donde pude ver la parte lateral de un ofidio. No podía llegar con la mano, pero cogí una paja de un arbusto cercano y toqué la serpiente esperando poder verle la cabeza. Mi sorpresa fue que, al tocarla, en vez de meterse más profundo en las grietas se lanzó de la roca al suelo y salió por el otro lado de las rocas. Ahí ya pude verla bien y hacerle fotos. Se trataba de una espectacular Hemorrhois algirus.
Terminada la breve sesión de fotografía, ya volví a Smara. Entré en algunos aljibes donde únicamente vi marcas de un pequeño eslizón, seguramente Chalcides sphenopsiformis. Pero a pesar de cavar la cantidad de arena era tan ingente que no encontré los animales. Para entrar en los aljibes, tuviesen o no escalera metálica, yo usaba siempre mi escalera de cuerda que ataba bien a una acacia cercana o al propio coche.
En ninguno de los aljibes revisados había ningún animal, incluso en un aljibe donde en agosto de 2013 encontramos una Cerastes cerastes gigante junto a 2 Cerastes vipera, no había nada, ¡ni siquiera arena! La abundante arena que habíamos visto en esa zona en agosto 2013 había desaparecido. Al volver al coche, había una rueda pinchada. Por suerte, había un gato y una rueda de repuesto en el maletero que me salvaron el viaje. El coche cada vez tardaba más en arrancar…
De camino a Tantan, pasando Abteh, había una Bitis arietans muy grande en la carretera. Debía llevar días o incluso semanas atropellada, pero se apreciaba bien el diseño, y me hacía soñar con la posibilidad de ver otra víbora bufadora viva en Marruecos. Al llegar a Tantan ya anocheciendo, una Malpolon monspessulanus atropellada. Sin duda acercase a la costa hacía ganar opciones de ver ofidios activos. Ya era tarde por lo que busqué un sitio donde pasar la noche.
Amanecía el sexto día en Tantan, en uno de mis sitios favoritos del mundo. El coche ya siempre que fuese posible aparcado en pendiente por si fallaba la batería. A pesar de ser diciembre, la Malpolon y la Bitis atropelladas me hacían pensar que tendría algo de suerte en los aljibes. Empecé a mirar aljibes, aunque casi todos tenían mucha agua, lo que hace que los animales mueran rápidamente si no hay botellas u objetos donde descansar. Únicamente pude rescatar una Pelophylax saharicus y algunos Bufotes boulengeri. Mis esperanzas caían en picado hasta que, en un aljibe vacío con un grupo de piedras, encontré bajo ellas una pequeña Macroprotodon brevis. En el siguiente, dentro del pozo de decantación, un juvenil de Chalcides polylepis. De repente, en otro levanto la tapa, y enganchada en uno de los escalones de la escalera de metal, un juvenil-subadulto de cobra se erguía defensivo al verme. Si bien las Naja haje en la zona de Sidi Ifni-Guelmim-Tarfaya son bastante comunes, es imposible no alegrarse al verlas. Además, este espécimen era mucho más claro que la mayoría de los que haya visto en Marruecos. Sin haber tenido en cautividad esta especies no sabría decir la edad con exactitud, pero como me sugirió Gerrit JV quizás era un neonato de agosto-septiembre que había crecido rápido (Nick Evans me comentó en persona que las mambas negras alcanzan 2 metros en su primer año!).
Terminé la sesión de fotos, dejé a la bella cobrita desaparecer en una hura junto a una Euphorbia, y comencé mi retorno hacia Dakhla. Pasando Tantan-playa miré en otros aljibes, que estaban llenos de agua salvo otro que tenía otro juvenil de Macroprotodon brevis. Se iba el sol y empezaba a bajar la temperatura cuando antes de llegar a Tarfaya, todavía con luz, una serpiente gorda en mitad de la carretera. No podía ser otra: la Bitis arietans. Esas zonas tienen muchísimo tráfico y se acercaba un camión. La víbora no se movía. No tenía los guantes encima ni nada pues no estaba preparado, no pude evitar darle con el pie un poco hasta que la serpiente se movió, lo justo para que el camión pasase. Me gané una buena pitada, pero ahí estaba la Bitis vivita y coleando. Estaba muy fría. Le hice algunas fotos y la dejé huir muy tranquila en su hábitat, para acto seguido buscar un sitio para dormir.
Amanecía en el séptimo y último día, entre Tarfaya y el Aaiún. El coche no arrancó. Aunque había algo de pendiente no la suficiente para encenderlo yo solo. Me acerqué a la carretera y el segundo coche que pasó, paró. Un marroquí que dejó a su mujer en el coche y se subió al mío para conseguir arrancarlo cuando yo lo iba empujando. La hospitalidad marroquí en estos casos no conoce fronteras y sin duda allí ha habido menos estafas y abusos de los que se han cometido en España y que provocan que nadie pare por miedo. Conduje hacía el sur. Paré en el Aaiún en una zona cercana a donde había visto la Cerastes vipera días antes por la noche. Esta vez con luz elegí un sitio donde había cosas para levantar, y dejando el coche encendido, miré debajo de algunas piedras, plásticos o chapas aunque no había nada aparte de invertebrados. Ante semejante fracaso continué conduciendo hacía el sur. A media mañana, cerca de Boujdour, hacía más temperatura, unos 18 grados, de modo que paré en un parche de vegetación natural para tratar de encontrar reptiles. Pude observar un macho y una hembra adultos de Acanthodactylus busacki y un juvenil de Mesalina olivieri.
Paré a echar gasolina, y después de nuevo empujé el coche mientras me lo encendía un amable marroquí. Sería ya la última vez que apagaba el coche.
Cuando ya daba el viaje por finalizado, pocos kilómetros antes de Dahkla, encontré una serpiente muerta en la carretera. Se trataba de un adulto de Malpolon monspessulanus. A pesar de haber pasado por hábitats con muy buena pinta, como a veces pasa, la serpiente estaba probablemente en el peor sitio, un llano enorme sin apenas refugios.
Y ya pude llegar a Dakhla sano y salvo. Tras una conversación airada con el muchacho de la empresa de alquiler de coches por habérmela jugado no una, sino dos veces con coches con la batería reventada, pude coger mi vuelo de vuelta a Madrid.
Concluyó así uno de mis mejores viajes a Marruecos. Y sin duda el más sorprendente pues ni en mis mejores sueños habría imaginado ver tantos animales. Un viaje un poco loco, pero donde pude caminar de nuevo por unos hábitats espectaculares y conocer nuevos sitios, nuevas especies, nuevas experiencias. Tuve suerte de que las condiciones climáticas eran buenas y ver muchísimas más especies de las que esperaba, algunas nuevas y otras que nunca me cansaré de ver. Y todo salió de maravilla en parte también, gracias a la hospitalidad marroquí. Es espectacular que incluso en diciembre, el sur de Marruecos sigue lleno de vida…