por David Dopereiro e Ismael Espasandín
Ya teníamos ganas de volver a este país tan increíble, ambos habíamos estado bicheando por Marruecos en la Semana Santa de 2019, junto a Miguel Puras y Alberto González. En ese viaje nos enamoramos de Marruecos, de sus paisajes, de su gente, pero sobre todo… de sus “bichos”. Aprendimos que es un país de contrastes, muy diferente a lo que estamos acostumbrados. En él vivimos momentos extraordinarios, pero que también nos dejaron sensaciones agridulces, dada la dificultad de encontrar herpetos en algunas ocasiones. Por supuesto, esto nos motivó todavía más para regresar a Marruecos, así que ¡aquí os dejamos nuestra aventura!
DÍA 1
Llegamos a Marrakech al mediodía, y tras un largo paseo por los diferentes puestos de control del aeropuerto, nos reunimos con el contacto local que nos alquilaría el coche. Nos recibió muy cordialmente, con un obsequio de pastas marroquíes. Realizadas las presentaciones, y una vez comprobado que el coche estaba en buen estado, con su rueda de repuesto y kit de recambio (sumamente importante), nos aprovisionamos e inmediatamente nos pusimos en marcha.
Nuestro rumbo nos llevó directos hacia Ifní, una pequeña ciudad costera donde pasaríamos nuestra primera noche pisteando en busca de animales activos. El primer encuentro lo tuvimos con un pequeño erizo moruno, correteando por el arcén de la carretera. Al igual que nuestro erizo común, esta especie se desplaza de noche en busca de alimento y por desgracia muchos mueren atropellados por los coches. Lo apartamos de la carretera y proseguimos la marcha.
Hacía buena temperatura, así que tras comer algo rápido para cenar, nos pusimos manos a la obra y empezamos a buscar. Hicimos una parada al poco tiempo de empezar y tratamos de buscar reptiles activos, pero no tuvimos éxito. La primera jarra de agua fría nos la llevaríamos al poco tiempo, cuando vimos un subadulto de Bitis arietans recién atropellado. Estos animales suelen tener movimientos lentos cuando se desplazan y tuvo la desgracia de encontrarse en el momento y lugar inadecuados.
Después de este duro encuentro, seguimos conduciendo para toparnos con otra escena igual de desagradable; en el medio de la carretera encontramos algo negro y alargado. Al bajarnos del coche, la peor visión con la que nos podíamos topar, un ejemplar adulto de cobra norteafricana (Naja haje) atropellada ese mismo día. La especie más emblemática del país, aquella que ha inspirado leyendas e historias se encontraba tirada en la carretera como un farrapo.
Si bien es cierto que en algunas ocasiones los accidentes con fauna no se pueden evitar, en este caso estamos seguros de que ese animal se hubiera salvado de no ser por algún malnacido que lo atropelló intencionadamente; o que sencillamente le dio igual que la cobra pasase por allí y no trató de decelerar.
Proseguimos con el mal sabor de boca y volvimos a hacer una parada para buscar fauna activa. Un eslizón moro (Chalcides polylepis) se encontraba bajo unas piedras y un pequeño gecko de casco (Tarentola chazaliae) estaba dando un paseo. Tras unas fotos rápidas, seguimos en marcha. Al poco tiempo y tras un frenazo algo brusco, un pequeño animal había dado un brinco en medio de la carretera. Se trataba de un jerbo del desierto (Jaculus jaculus). Era la primera vez que observábamos a esta especie, y sus adaptaciones a la vida en el desierto nos dejaron fascinados.
Esta noche no observamos más fauna activa, por lo que buscamos un sitio apartado para dormir. Pero antes, decidimos probar suerte en un par de aljibes cercanos a la carretera. Para nuestra sorpresa (y la de los lectores) nos encontramos con un ofidio seguramente desconocido para la ciencia.
Estamos elaborando el correspondiente artículo científico para describir esta nueva especie, pero queremos mostraros las primeras imágenes en primicia. El nombre científico designado será Naja malahostiae sp. nov. comúnmente conocida como “Kobri” y el cual va dedicado al gracioso que decidió, hace seguramente muchos años, dejarla dentro del aljibe para que algún inocente (¡NOSOTROS!) la descubriéramos. Muchas gracias.
DÍA 2
Amanecimos cerca de Asaca, desayunamos en el campo y retomamos la aventura. Nuestro plan de hoy era movernos hasta Guelmin, buscando fauna activa y revisando todos los aljibes posibles. Tras la mala experiencia de la noche anterior, este día fue más fructífero. En un gran aljibe encontramos vivas dos culebras de herradura y un eslizón moro. Comprobamos que se encontraban en buen estado y los liberamos en una zona cercana.
A media mañana, mientras estábamos comprobando un par de pozos situados en los alrededores de unas casas, algo nos llamó la atención. En una grieta diminuta se encontraba un juvenil de cobra norteafricana escondida. Tras la euforia del momento y con mucha delicadeza, empezamos a escarbar en la tierra compactada tratando de liberarla. ¡No nos lo podíamos creer! Esa pequeña cobra con la cabeza totalmente negra y el cuerpo amarillento, sin palabras…
Tras la sesión fotográfica, devolvimos al juvenil de cobra a su hábitat y continuamos nuestro camino. Al poco tiempo, revisando otro aljibe, no dábamos crédito a lo que estaba pasando. ¡Otra cobra! También un juvenil, pero en esta ocasión, algo más grande.
Proseguimos hacia Guelmin buscando por carreteras secundarias y revisando los aljibes que nos encontrábamos. Rescatamos todo tipo de fauna: escarabajos, grillos, escorpiones y alguna rata obesa (Psammomys obesus). Cuando el hambre hizo acto de presencia, paramos para comer y comentamos la suerte que habíamos tenido en esa mañana, al poder rescatar y observar esos dos juveniles de Naja haje, una especie con la que solo habíamos fantaseado y que habíamos tenido el placer de contemplar y fotografiar.
Por la tarde, en un aljibe cerca de Guelmin encontramos otra especie que teníamos muchas ganas de ver, la culebra de arena de Schokar o Bucerrig. Es alucinante como esta especie se desplaza por el terreno. En un abrir y cerrar de ojos desaparecía entre las rocas y rastrojos, con sus movimientos rápidos y delicados.
Llegamos a Guelmin por la noche, y después de cenar tratamos de buscar a la víbora cornuda (Cerastes cerastes), pero esta noche no había actividad y ni siquiera encontramos huellas.
DÍA 3
Este día nos dirigimos hacia Assa, parando en aquellas zonas que nos tenían buena pinta. Una agama (Agama impalearis) estaba refugiada bajo una piedra a las primeras horas de la mañana. El animal estaba aún frío, así que le hicimos una foto testimonial y la dejamos para que se calentase con los primeros rayos de sol.
FOTO 14: Agama impalearis. © David Dopereiro.
De camino hacia Assa, nos encontramos con otra especie que teníamos muchas ganas de ver, la mesalina de anteojos (Mesalina guttulata). Las adaptaciones de estas pequeñas lagartijas son alucinantes, las escamas nasales levantadas, los párpados transparentes para protegerse de la arena, el cuerpo esbelto y achatado para refugiarse en cualquier rincón. Son animales perfectamente adaptados a las zonas rocosas que habitan.
Nuestro siguiente destino sería Aouint Lahna donde intentaríamos buscar a la esquiva víbora gariba (Echis pyramidum). La suerte no estuvo de nuestra parte, así que decidimos regresar a Assa y probar suerte allí. La noche era perfecta, cálida, sin viento, hábitat apropiado con muchos escorpiones y solífugos. Había mucha actividad de pequeños geckos (Tarentola boehmei, Ptyodactylus oudrii y Tropiocolotes algericus), pero sin rastro alguno de ofidios. Los coros de Pelophylax saharicus se escuchaban por todas partes y las polillas estuvieron revoloteando sobre nuestras cabezas todo el trayecto.
DÍA 4
Nos despertamos temprano, con los primeros rayos de sol. Desayunamos y charlamos sobre qué deberíamos hacer ese día. En un primer momento, nuestro itinerario se limitaba a buscar por el centro de Marruecos, pero al ver que había poca actividad y que la zona no tenía muchos aljibes, tomamos la decisión de dirigirnos al sur, hacia Tan-Tan. Así fue como nos pusimos en marcha, con la intención de llegar al anochecer al Parque Nacional Khenifiss para buscar, como antaño hicimos, la elusiva víbora de arena (Cerastes vipera).
De camino fuimos parando en los cientos de aljibes y pozos que hay al borde de la carretera. En uno de los aljibes, algo alejado, nos encontramos con tres agamas que pudimos rescatar. Debajo de un cartón, una de las agamas había depositado sus huevos, seis en total… Pobres animales, agamas recién nacidas que morirían sin tener si quiera la oportunidad de vivir libres. Una vez hidratadas, liberadas y colocados los huevos a buen recaudo, volvimos al coche y continuamos.
En algunos de los aljibes observamos restos de animales que habían muerto hace tiempo. Entre estos había ratas obesas, alguna ardilla moruna, eslizones, agamas “fosilizadas” y restos de mudas de serpientes, algunas de envergaduras inmensas (seguramente de culebras bastardas ya rescatadas por otros viajeros).
En un aljibe en el medio de la nada (literalmente de la nada), nos encontramos con dos cadáveres de víbora cornuda, muertos hacía tiempo. No nos entraba en la cabeza como demonios esos animales eran capaces de sobrevivir allí, en un terreno yermo sin apenas matorrales y con pocas huras de micromamíferos.
Un poco más adelante, en un pequeño pozo en el que tan solo había un cartón, encontramos bajo este a otra especie, la falsa cobra (Rhageris moilensis). Entre gritos y saltos de alegría, movimos el cartón de nuevo y para nuestra sorpresa había otro ejemplar más. Inverosímil que debajo de un simple cartón se refugiasen los dos animales.
Además de las falsas cobras, en el camino hacia Khenifiss, encontramos geckos elegantes (Stenodactylus mauritanicus), huidizas lagartijas del género Acanthodactylus y una preciosa culebra argelina (Hemorrhois algirus).
Llegamos al Parque al anochecer, y con mucho entusiasmo nos pusimos a buscar rastros por las dunas de arena. Esta noche fue terrible. Primero, nuestro coche quedó semienterrado en la arena, eso ya nos entretuvo bastante tiempo… Tras un buen rato cavando y colocando piedras, conseguimos sacarlo.
Por si este desencuentro fuera poco, cuando estábamos buscando rastros, tres patrullas de militares armados nos pararon para preguntarnos qué estábamos haciendo. Dos de las patrullas hablaron tranquilamente con nosotros, y al explicárselo, nos dejaron seguir con nuestra actividad. Sin embargo, uno de los hombres de la última patrulla estaba muy alterado, y nos gritaba que en esa zona estaba totalmente prohibido estar. Así que nos disculpamos, y nos fuimos inmediatamente para evitar problemas mayores. Gabri ya nos había advertido sobre sus experiencias previas con los militares en el Parque de Khenifiss… Vaya nochecita.
DÍA 5
Amanecimos cerca del Parque y con la mala experiencia de la pasada noche decidimos arrancar de nuevo hacia Guelmin. De vuelta por la carretera hacia el Norte, paramos en los aljibes que no habíamos revisado el día anterior. En uno de ellos, que se encontraba medio en ruinas, había un cúmulo de arena y cuando bajamos parecía que no había rastro de vida. Sin embargo, un bufido nos alertó y un gran grito de ¡CERASTES VIPERA! se escuchó en cada lugar de la zona. No podíamos estar más eufóricos, habíamos encontrado a la impresionante víbora de arena, que había tenido la mala suerte de caer en el aljibe. Imposible de creer, estábamos alucinando cuando rebuscando en la esquina del aljibe donde había más arena acumulada volvimos a gritar ¡Hay 2! ¡Hay 2! Increíble, había dos Cerastes vipera en el mismo aljibe.
Qué podemos decir de esta especie que no se haya escrito ya, escamas fuertemente aquilladas, diseño oscuro muy contrastado, ojos naranjas dispuestos hacia el dorso de la cabeza, cola negra para atraer a sus presas… Un animal fascinante perfectamente adaptado al desierto, que de no haberse movido, jamás habríamos podido observar. Resulta prácticamente imposible encontrarlas sin que se hayan desplazado o se hayan enterrado recientemente en la arena.
Tras un buen rato admirándolas y observando que se encontraban en perfecto estado, las devolvimos a su hábitat, lejos del aljibe y con la esperanza de que vuelvan a tener una segunda oportunidad.
Locos con lo que acabábamos de ver, seguimos aljibeando hacia Guelmin, hasta que llegamos a nuestro hotel por la tarde noche, donde conocimos a Assan, el recepcionista. Dejamos nuestras cosas y esa noche nos fuimos a dar una vuelta con la esperanza de encontrar algún rastro de víbora cornuda por la zona, pero una vez más, no la encontramos. Regresamos pronto al hotel y tras una buena ducha de agua caliente nos fuimos a dormir para estar descansados por la mañana.
DÍA 6
Nos despertamos temprano, descansados y frescos, y nos deleitamos con el rico desayuno que nos habían preparado. Antes de abandonar el hotel estuvimos hablando con Assan y su padre. Les contamos lo que estábamos haciendo en este viaje y se echaron a reír. Al parecer, en ese mismo hotel se habían hospedado alemanes, franceses, portugueses, belgas y otros españoles que habían viajado a exactamente lo mismo que nosotros, buscar herpetofauna. Tras un rato charlando y recomendarle entre risas que ampliase el negocio con rutas nocturnas para buscar serpientes, nos despedimos de ellos con una gran sonrisa y con ganas de volver allí para seguir compartiendo historias.
Este era nuestro último día para tratar de encontrar a la víbora cornuda y volver a probar suerte con la esquiva víbora gariba. Nos dirigimos de nuevo hacia Aouint Lahna, pero esta vez por una carretera diferente. Había muchos pozos y aljibes a ambos lados de la carretera, algunos cerrados y otros llenos de agua. En alguno de estos pozos pudimos rescatar varios ejemplares de Acanthodactylus busacki, además de escarabajos y escorpiones. Un par de vecinos se acercaron a ver que estábamos haciendo, y tras hablar malamente en francés con ellos, nos mostraron una muda de serpiente que se habían encontrado hace unos días.
A unos cientos de metros, fuimos a comprobar otro pozo. A simple vista no había más que paja y algunas piedras. Pero al bajar para rebuscar entre los restos, un bufido nos alertó, y al voltear la mirada… ¡Una víbora del Magreb! La víbora se había camuflado entre las rocas y la paja, pasando desapercibida ante nuestros ojos y solo cuando bajamos comenzó a desplazarse y a bufar. Menos mal que la distancia era suficiente como para que no hubiese ningún tipo de susto.
Tras la euforia del momento, cogimos las cámaras y nos pusimos a sacar fotos a la sombra de una casa. El animal estaba nervioso, lanzando ataques con la boca abierta al mínimo movimiento. Tuvimos que tener mucha precaución, puesto que se trata de una especie con mucha fuerza, capaz de elevar su cuerpo con facilidad y de lanzarse bruscamente hacia delante. Tratamos de apurar con las fotografías y evitar poner más nervioso al animal, con movimientos lentos y tranquilos.
Seguimos descubriendo nuevas zonas y nuevos hábitats, parando en los aljibes y rescatando fauna. En nuestro camino, conocimos a un marroquí que había estado trabajando muchos años en España. Nos invitó muy amablemente a tomar el té, pero con mucha pena tuvimos que declinar la oferta, el sol ya casi estaba en el horizonte.
Una vez llegamos a nuestro destino, nos pusimos a cenar. Es importante cenar antes de empezar a buscar, porque como lo dejes para después, ya no cenas… jaja. Prácticamente había anochecido cuando nos pusimos a bichear por los alrededores de Aouint Lahna. La noche no parecía muy buena, las temperaturas eran suaves pero hacía mucho viento. No obstante, varios geckos y una culebra argelina decidieron cruzarse por nuestro camino. Al cabo de un rato, decidimos cambiar de zona y movernos hacia otro oued en el que habíamos estado varios días antes.
Rumbo al último destino y con algo de esperanza, aparcamos cerca del oued y nos pusimos a buscar. Nuevamente había muchos escorpiones activos, los coros de las ranas se escuchaban por todos lados y las Tarentolas, Ptyodactylus y Tropiocolotes estaban dando saltos entre las rocas.
Ya era tarde, estábamos cansados, y con poca esperanza de encontrar a la víbora gariba decidimos echar un vistazo en un palmeral cercano. Encontramos una muda, lo cual reforzó nuestro espíritu. De nuevo, un poco más arriba, encontramos otra muda, esta vez de una serpiente de mayor tamaño que no logramos identificar (pero nos recordaba a una cobra).
Un poco más tarde decidimos dividirnos, uno por la derecha y otro por la izquierda para ampliar el rango de búsqueda. Al poco tiempo, un grito de esperanza resonó en el palmeral, ¡ECHIS! No podía ser, allí estaba una pequeña víbora gariba paseándose tranquilamente. Imposible, ya exhaustos no nos creíamos cómo habíamos tenido la suerte de encontrar, al fin, a la esperada víbora de escamas aserradas.
Después del subidón, sacamos las cámaras y nos pusimos a hacer fotos al animal, que estuvo totalmente tranquilo. Esos grandes ojos amarillos, con pupilas felinas, cabeza desproporcionadamente grande y el aserrado de sus escamas nos permitieron pasar uno de los momentos más deseados del viaje.
Tras las fotografías y observar al animal un rato, recogimos el material y nos fuimos a la cama con una sonrisa de oreja a oreja por el magnífico encuentro que pondría punto y final a nuestra aventura.
DÍA 7
Este día, más que satisfechos, desayunamos y pusimos rumbo a Marrakech, ya que teníamos que coger el vuelo a la mañana siguiente. Durante el camino de vuelta, paramos en los alrededores de Agadir para revisar unos aljibes y luego continuamos por la autopista. Una vez en Marrakech, decidimos visitar la plaza de Yamaa el Fna.
Nuestra aventura había acabado y nos tocaba despedirnos de Marruecos. Para nosotros ha sido un viaje inolvidable, lleno de buenos momentos. Esperamos haberos podido transmitir, con nuestras palabras y fotografías, un poco de la emoción que sentimos al poder disfrutar de estas increíbles especies
Lista de especies observadas:
Acanthodactylus boskianus
Acanthodactylus busacki
Agama impalearis
Bitis arietans (+)
Bufotes boulengeri
Cerastes cerastes (+)
Cerastes vipera
Chalcides ocellatus (+)
Chalcides polylepis
Daboia mauritanica
Echis pyramidum
Hemorrhois algirus
Hemorrhois hippocrepis
Hyla meridionalis
Messalina guttulata
Naja haje
Pelophylax saharicus
Psammophis schokari
Ptyodactylus oudrii
Rhageris moilensis
Saurodactylus brosseti
Sclerophrys mauritanica
Stenodactylus mauritanicus
Tarentola boehmei
Tarentola chazaliae
Tarentola mauritanica
Tropiocolotes algericus
Uromastyx nigriventris