Por Raúl León Vigara y Alfredo Sánchez-Tójar
La oportunidad de viajar a cualquier lugar del planeta y poder observar y apreciar su diversidad siempre es excitante y maravillosa. El norte de África ofrece grandes oportunidades en este sentido debido a su rica biodiversidad y riqueza cultural. Guiados por estos sentimientos nos dirigimos hacia el continente africano.
Nuestra primera parada fue en Kenitra, en un gran alcornocal asentado sobre sustrato arenoso, un escenario excepcional. La jornada comenzaba con un chotacabras cuellirojo (Caprimulgus ruficollis) y un mochuelo común (Athene noctua lilith). Comenzamos a ver muchos individuos activos de tortuga mora (Testudo graeca), de todos los tamaños y diferentes tonalidades, un espectáculo para nosotros. Otros reptiles muy interesantes fueron apareciendo, como las dos especies de anfisbénidos que habitan la zona: la culebrilla ciega mora (Trogonophis wiegmanni) y la culebrilla ciega de Tanger (Blanus tingitanus), y a continuación otro reptil ápodo, el asombroso lagarto de cristal marroquí (Hyalosaurus koellikeri).
Con unas sonrisas bien amplias por haber podido observar estos animales seguimos disfrutando con un par de eslizones de la especie Chalcides mionecton y una culebra bastarda hembra (Malpolon monspessulanus) de buen tamaño y diseño muy contrastado y colorido.
Al adentrarnos en una zona de matorral de palmito (Chamaerops humilis) tuvimos la suerte de poder ver un escarabajo de la familia Buprestidae, muy llamativo y espectacular, adornado con tonos metálicos que brillaban bajo el sol y al que estuvimos observando sorprendidos hasta que levantó el vuelo.
Por último pudimos ver alguna salamanquesa común (Tarentola mauritanica), sapos morunos (Amietophrynus mauritanicus), rana verde norteafricana (Pelophylax saharicus) y especies de aves como garcilla bueyera (Bubulcus ibis), milano negro (Milvus migrans), pico picapinos (Dendrocopos major), abubilla (Upupa epops), zorzal charlo (Turdus viscivorus), mirlo común (Turdus merula), papamoscas gris (Muscicapa striata) y pinzón vulgar (Fringilla coelebs africana).
A la salida de Marrakech vimos algunas urracas (Pica pica mauritanica) con su distintiva mancha azul junto al ojo.
Comenzamos a dirigirnos hacia el sur poco a poco y cruzamos el Atlas para dirigirnos a las zonas de oasis de Agdz y sus alrededores. Antes de ello sufrimos el típico y tradicional reventón de rueda en estos viajes. La travesía por los relieves montañosos del Atlas se hace muy interesante pues al ir ascendiendo en altitud se van observando progresivamente los cambios en las series de vegetación y de hábitat en general. En una parada de descanso pudimos ver algunas carracas europeas (Coracias garrulus) y ardilla del atlas (Atlantoxerus getulus).
Una vez que bajamos de las montañas avistamos un interesante hábitat en los alrededores del cauce de un río rodeado de roquedos y algunas palmeras. Quisimos conocer su diversidad, así que decidimos hacer una parada. Vimos algunos individuos de salamanquesa magrebí (Ptyodactylus oudrii) soleándose cerca de una grieta en las rocas, Acanthodactylus no identificada y una muda de Malpolon monspessulanus reciente.
Algunos kilómetros más y parada para dormir, pero antes de montar las tiendas de campaña apareció de nuevo esta especie de geco tan ágil, Ptyodactylus oudrii, además de los primeros escorpiones típicamente africanos de la especie Hottentota franzwerneri y algunas arañas.
Al despertarnos nos dimos cuenta que habíamos dormido junto a una de las plantas representativas de la zona, Calotropis procera. Poco después de ponernos en camino vimos la primera agama común (Agama impalearis), un subadulto soleándose sobre unas piedras en un pueblo. Contentos de ver este reptil a primera hora, nos seguimos alegrando la vista con aves como el bulbul naranjero (Pycnonotus barbatus).
Llegamos a un oasis asombroso, con mucha vegetación, un ancho río y charcas, estábamos maravillados. Sabíamos que era hábitat del abejaruco papirrojo (Merops persicus) y queríamos verlo con todas nuestras ganas. Encontramos una culebra bastarda macho, por desgracia, muerta seguramente a manos de alguna persona local, salamanquesas del Draa (Tarentola boehmei), bastantes sapos morunos y ranas verdes norteafricanas en las zonas húmedas del oasis. Además de varios juveniles y subadultos de agama común, apareció una gran y colorida hembra soleándose, con su cabeza azulada y su cuerpo amarillo y rojo. Poco después fueron avistados dos machos de la misma especie a varios metros de altura sobre una construcción de cemento, uno de ellos estaba realizando los movimientos típicos a modo de «flexiones» que realiza la especie para marcar su territorio, ante un macho posiblemente rival, el cual respondió desapareciendo de la escena.
Por el cielo cruzaron destellos verde brillante, se trataba de los espectaculares abejarucos papirrojos, tan bellos como esperábamos. Pudimos observarlos largo rato tanto posados sobre la vegetación de la orilla como en vuelo. Cerca, las lavanderas blancas (Motacilla alba subpersonata) se alimentaban en la orilla. Unos simpáticos chavales que se sorprendían de nuestra actividad nos mostraron una par de galápagos leprosos (Mauremys leprosa), con sus llamativos ojos azules, Acanthodactylus no identificada y un par de culebras viperinas (Natrix maura) juveniles. Más adelante pudimos ver algunos galápagos más, Natrix maura y Acanthodactylus sp. que mientras se alejaban en dirección a un matorral movían la cola como «serpenteando» a modo de distracción ante un posible peligro. Más aves cruzaban de una palmera a otra; bulbul naranjero (Pycnonotus barbatus), alzacolas (Cercotrichas galactotes), gorrión moruno (Passer hispaniolensis), terrera sahariana (Ammomanes deserti), terrera colinegra (Ammomanes cincturus), escribano sahariano (Emberiza striolata sahari), tórtola turca (Streptopelia decaocto), tórtola europea (Streptopelia turtur), tórtola senegalesa (Streptopelia senegalensis) y un martín pescador (Alcedo atthis).
Desde la zona de vergeles de Agdz decidimos bajar hacía la zona de Tata, avistando collalbas negras de Brehm (Oenanthe leucopyga), collalba negra (Oenanthe leucura) y al ver las primeras dunas no pudimos resistir la tentación de parar y caminar sobre ellas para ver que vida habitaba aquellas arenas: lagartijas del género Acanthodactylus corrían veloces y una gran agama común macho fue vista dentro de una madriguera, además de lo que parecía una puesta antigua de huevos de varano del desierto (Varanus griseus). De repente nos vimos rodeados de decenas de dromedarios, fue una gran experiencia estar entre estos gigantes y pudimos sentirnos casi entre dinosaurios que caminaban pesados buscando un oasis.
Desaparecía el sol y comenzaba la actividad nocturna, que aunque fue escasa nos dio una grata sorpresa, pues alguien gritó; «¡Cerastes!». Se trataba de un juvenil de víbora cornuda de la especie Cerastes cerastes. Impresionados, pudimos apreciar su llamativa forma de reptar, sus escamas supraoculares en forma de cuernos y todas sus adaptaciones a las zonas desérticas. Poco después observamos un individuo adulto de la misma especie atropellado. Unas horas más y no se apreciaba actividad de ningún tipo. Pasamos la noche en un lugar alejado de cualquier población, una zona desértica con acacias muy singular. Allí vimos una mantis del género Eremiaphila, una criatura fantástica, imaginad una mantis adaptada a camuflarse en el suelo de zonas áridas.
Por la mañana temprano, cuando íbamos a comenzar el periplo desde Tata a Assa, dos mujeres ataviadas con vestimentas de vivos colores se dirigieron hacia nosotr@s. Eran madre e hija y por gestos, nos indicaron que tenían que llegar a un pueblo cercano para ir al médico. Quedaban 35 kilómetros hasta este y los siete nos subimos al coche y avanzamos. Dejamos a nuestras nuevas amigas en su destino y continuamos. No mucho después comenzaron a aparecer los primeros lagartos de cola espinosa (Uromastyx nigriventris). Al principio observamos algunos, pero de repente llegamos a una zona repleta de madrigueras, la densidad de estos saurios era fabulosa, cada momento avistábamos impresionantes ejemplares de gran tamaño y colores muy vivos que se adentraban rápidamente en sus madrigueras al detectar cualquier movimiento. Son animales muy impresionantes, con ese contraste entre color negro fuerte y naranja o amarillo brillantes o verde o con todos combinados, una maravilla. Algunos de los animales emplumados que nos acompañaron fueron perdices morunas (Alectoris barbara) y la fantástica alondra ibis (Alaemon alaudipes), ante la que quedamos sorprendidos y a la cual observamos en un grupo de dunas donde también habitaban Acanthodactylus sp. y Cerastes cerastes cuya presencia fue detectada a través de sus rastros en la arena. En un desfiladero de roca cercano advertimos la existencia de una rapaz nocturna a partir de las egagrópilas encontradas.
Al llegar a la zona de Assa encontramos tres ofidios atropellados: una Psammophis schokari adulta que había engullido un Uromastyx nigiventris juvenil, una Spalerosophis dolichospilus y una Hemorrhois hippocrepis. Pocos vehículos pasaban por la zona, pero estas tres serpientes tuvieron la mala suerte de encontrarse con ellos. Siempre apena profundamente ver un animal atropellado.
Por la noche en una zona montañosa pudimos ver al geco de argelia (Tropiocolotes algericus) y un juvenil de Cerastes cerastes con un diseño muy bonito de manchas cefálicas laterales oscuras.
Al amanecer nos dimos cuenta de que un Tropiocolotes algericus había pasado la noche refugiado bajo una de las tiendas de campaña y además fuimos más conscientes del hábitat donde habíamos dormitado. Se trataba de relieves montañosos poblados de euforbias cactiformes de la especie Euphorbia officinarum y otras curiosas plantas. Decidimos avanzar por esa carretera de montaña que nos desaconsejaron los locales y observamos un agama macho adulto soleándose sobre una euforbia, collaba desértica (Oenanthe deserti), alcaudón real (Lanius algeriensis) y algún escorpión y solífugo no identificados. Pronto nos dimos cuenta de que el camino era de «viabilidad dudosa» como bien indicaba el mapa y tocaba darse la vuelta. Al regresar nos topamos con un pastor que tenía allí su vivienda y su rebaño de cabras de curioso aspecto.
Nuestro objetivo ahora era la zona de Tarfaya y sus dunas. Antes de recorrer los numerosos kilómetros que nos separaban de dicho destino, pudimos ver en las cercanías de Assa un eslizón ocelado (Chalcides ocellatus) juvenil y sapos verdes norteafricanos (Bufo boulengeri).
Ya por la noche alcanzamos las arenas de Tarfaya. Es una experiencia única y apasionante caminar por enormes dunas en horario nocturno mientras se observan cientos de rastros y huellas de animales sobre la arena. Varias especies de curiosos insectos estaban activos, entre ellos el gran carábido Anthia sexmaculata y diversos tenebriónidos, cucarachas de las dunas de perfil totalmente redondo y que se enterraba rápidamente. Dos grandes y preciosas arañas del género Cerbalus también caminaban por allí, además del escorpión endémico de la zona, Buthus bonito.
De repente algo más voluminoso corriendo por una duna, era un geco de casco (Tarentola chazaliae), con sus grandes ojos y anchos dedos para caminar sobre la arena es sin duda uno de los gecos más notorios y bonitos del magreb. Encantados de ver este reptil, buscábamos ávidamente los rastros de la víbora de arena (Cerastes vipera) y finalmente un adulto de buen tamaño reptó peculiarmente ante nuestros ojos. Pudimos apreciar el sonido que produce a modo de defensa mediante la fricción de sus escamas corporales laterales y también su extraordinaria manera de enterrarse en la arena. ¡Impresionante!. Sin duda, uno de los animales que más nos hizo gozar en este viaje. Una noche maravillosa.
Al día siguiente se observaron lagartija dorada (Acanthodactylus aureus), salamanquesa común (Tarentola mauritanica) y la serpiente corredora de arena o bucerring (Psammophis schokari).
Entre matorrales, en las zonas cercanas a las marismas y alzando la vista se observaron: garceta común (Egretta garzetta), garza real (Ardea cinerea), corredor sahariano (Cursorius cursor), chorlitejo grande (Charadrius hiaticula), correlimos común (Calidris alpina), gaviota patiamarilla (Larus cachinnans), gaviota sombría (Larus fuscus), avión zapador (Riparia riparia), golondrina común (Hirundo rustica), golondrina dáurica (Hirundo daurica), avión común (Delichon urbica) y papamoscas gris (Muscicapa striata).
Eufóricos por toda la diversidad avistada, nos dirigimos hacía la zona de Tantan donde tuvimos un encuentro con otros de los reptiles que más deseábamos ver y que están considerados como relictos tropicales: la víbora bufadora (Bitis arientans), muy impresionante por su aspecto y porque realmente se siente la fuerza de África al estar ante este animal, y la serpiente de las casas (Boaedon fuliginosus) de bella iridiscencia azulada y uno de los hallazgos más interesantes del viaje, fue espectacular poder verla tan cerca. Es muy emocionante estar ante estas dos especies de ofidio que se distribuyen también por África tropical. También se observaron agamas soleándose. Algunos gecos de casco y un erizo del desierto (Paraechinus aethiopicus deserti) andaban activos esa noche.
Cada vez que tocábamos un anfibio o pisábamos en zonas húmedas, llevábamos a cabo el protocolo necesario para evitar la expansión del peligrosísimo hongo quitridio, Batrachochytridium dendrobatidis . Este hongo causa extinciones masivas en las poblaciones de anfibios, así que cada vez desinfectábamos con los fungicidas adecuados todo el material usado si había que manipular anfibios: recipientes de plástico, las suelas de las botas, etc., además de usar guantes desechables para el manejo de los mismos. Por la misma razón es muy importante no mover (traslocar) a los anfibios de un lugar a otro, por poca distancia que sea, ya que si lo hacemos podemos estar dispersando este hongo mortal. Por lo tanto si es necesario manipular anfibios se debe hacer siguiendo el protocolo adecuado (desinfectar material, manejar a los individuos con guantes desechables, etc.) y se deben dejar los individuos allí donde se encontraron.
IMPORTANTE:
Todos podemos colaborar y contribuir a la conservación de los anfibios cumpliendo los protocolos establecidos para no dispersar el hongo que los afecta. Por favor, sigue los protocolos, son sencillos, evitemos más extinciones masivas de anfibios. Gracias.
Por otro lado, también fue un día especialmente prolífico en aves pues observamos un cernícalo vulgar de gran tamaño (Falco tinnunculus), corredor sahariano (Cursorius cursor), cogujada común (Galerida cristata), terrera sahariana (Ammomanes deserti), terrera colinegra (Ammomanes cincturus), collalba gris (Oenanthe oenanthe), collalba rubia (Oenanthe hispanica), collalba culirroja (Oenanthe moesta), zarzero común (Hippolais polyglotta), escribano sahariano (Emberiza striolata sahari), y un ave muy impresionante, la alondra cornuda sahariana (Eremophila bilopha), a la que observamos buen rato. Las garrapatas nos acompañaron en esta zona en mayor densidad que en cualquier otro lugar.
En las zonas cercanas a Guelmin vimos de nuevo corredores saharianos además de milanos negros (Milvus migrans) y ratoneros moros (Buteo rufinus). Encontramos un geco elegante del norte (Stenodactylus mauritanicus), de increíbles ojos y felino diseño, una culebra de herradura (Hemorrhois hippocrepis), un agama común macho, algunos sapos verdes norteafricanos, escorpiones de cola gruesa (Androctonus mauritanicus), numerosos escarabajos y un jerbo del género Gerbillus. También pudimos ver una viuda negra (Latrodectus sp.).
En las zonas cercanas a Sidi Ifni se observaron varios Chalcides polylepis de buen tamaño.
El siguiente destino era Agadir, la zona del Parque Nacional Souss Massa. Por la noche mostraron actividad Tarentola chazaliae, Tarentola mauritanica, Bufo boulengeri y uno de los escíndidos mejor adaptados a la vida en las dunas, Chalcides sphenopsiformis, sorprendente reptil de forma estilizada, hocico puntiagudo y gran habilidad para enterrarse en segundos.
Al amanecer pudimos observar una interesante y rica avifauna: zampullín chico (Tachybaptus ruficollis), cormorán grande (Phalacrocorax carbo maroccanus), garcilla bueyera (Bubulcus ibis), garcilla cangrejera (Ardeola ralloides), cigüeña blanca (Ciconia ciconia), morito común (Plegadis falcinellus), flamenco común (Phoenicopterus ruber), tarro canelo (Tadorna ferruginea), ánade real (Anas platyrhynchos), cerceta pardilla (Marmaronetta angustirostris), perdiz moruna (Alectoris barbara), ostrero euroasiático (Haematopus ostralegus), alcaraván (Burhinus oedicnemus), chorlito gris (Pluvialis squatarola), correlimos común (Calidris alpina), correlimos zarapitín (Calidris ferruginea), charrán patinegro (Sterna sandvicensis), fumarel común (Chlidonias niger), alcaudón común (Lanius senator), chagra (Tchagra senegala), jilguero (Carduelis carduelis), verderón (Carduelis chloris) y verdecillo (Serinus serinus). Vimos algunas Acanthodactylus sp. y Tarentola mauritanica. Volando llegó una especie típica de mantis norteafricana (Blephariopsis mendica) de bellos ornamentos.
Llegaba la hora de viajar hacía el norte. Como última parada pasamos de nuevo por Kenitra donde nos encontramos con viejos amigos como las tortugas moras, la culebrilla ciega mora, los sapos morunos y una culebra viperina de buen tamaño.
Nadie quería regresar, pero teníamos una fecha límite y un ferry que tomar en Tanger hacia tierras ibéricas. Llegaba el momento, no de despedirse, sino de decirle «hasta pronto» a la diversidad de esta zona del magreb, de parte de un grupo de colegas que han estado fascinados y felices de poder vivir esto.
Como reflexión final cabría decir que:
– De nuevo, nos damos cuenta de que la actividad de los animales es algo que nunca podremos llegar a «predecir», sólo cabe estar en los mismos hábitats que ellos para así poder observarlos.
– Las personas locales que nos encontramos han sido extremadamente respetuosas y amables con nosotros; desde invitarnos a sus casas, a pan y a té hasta ayudarnos a cambiar la rueda del coche, enseñarnos animales, darnos consejos, etc. Sus sonrisas y amables gestos lo dicen todo. Tenemos mucho que aprender. Gracias.
– La herpetofauna marroquí sigue teniendo numerosos problemas de conservación (pérdida de hábitats, atropellos en carretera, muertes directas por aversión, expolio de individuos para tráfico de animales y/o terrariofilia, etc.). Desde aquí queremos motivar a que se planteen y lleven a cabo medidas para paliar esta perdida de efectivos poblacionales (individuos).
IMPORTANTE:
Modo de actuación:
– Ningún animal fue traslocado . Todos los animales que se encontraron, se fotografiaron y se dejaron EXACTAMENTE en el mismo lugar donde habían sido hallados.
– Siempre que fue necesario, es decir, siempre que se tuvo contacto con anfibios y/o zonas sospechosas, se llevaron a cabo los protocolos establecidos para no dispersar el hongo Batrachochitridium dendrobatidis que afecta y acaba con los mismos.
AGRADECIMIENTOS: a las personas locales que nos fuimos encontrando durante el viaje, a Gabri Martínez por los consejos, a Juan Pablo G. de la Vega por facilitarnos su GPS, a Javier Gállego por los consejos sobre fotografía, a Octavio Jiménez Robles por facilitarnos material, a Laura Pérez Zarcos por la identificación de arañas a través de nuestras fotografías, al departamento de Biología Animal de la Universidad de Granada por el préstamo de material, a nuestras familias y como no, a ellos, a esos fascinantes seres vivos que alegran nuestras vidas…
Super chulas las fotos! Me ha gustado mucho vuestro reportaje y aventura.
Saludos
Muchas gracias Athenea!!!! jeje
…la belleza de la naturaleza…
Increible reportaje surcando las arenas del norte de Africa!
Save the wolrd!
Increible reportaje surcando las calidas arenas del norte de Africa!
Save the world!
Sois increibles. Menudas fotazas… Que preciosidad de animales. Un trabajo de divulgación excelente. Gracias.
@Angel_M_Sanchez échale un vistazo a esta página! Es molona :-)) http://t.co/ob0lVnYl http://t.co/4vzrECzU
Ahora visita las islas galapagos 🙂